lunes, 21 de octubre de 2013

Vivir con un propósito


Por Nathaniel Branden
Fijar nuestros propios objetivos y poner todo nuestro empeño en realizarlos nos aporta equilibrio y fuerza interior.
Vivir sin propósito es vivir a merced del azar –del acontecimiento fortuito, de la llamada telefónica o el encuentro casual– porque no tenemos una norma que nos permita juzgar qué vale la pena hacer y qué no. Las fuerzas exteriores nos impulsan, como un corcho que flota en el agua, sin que nuestra iniciativa fije un curso específico. Vamos a la deriva. En cambio, vivir con propósito es utilizar nuestras facultades para lograr las metas que hemos elegido: estudiar, crear una familia, empezar un negocio, mantener una relación romántica feliz. Son nuestras metas las que nos impulsan, las que vigorizan nuestra vida.
De todos los modos, los propósitos que nos animan tienen que ser específicos. Yo no puedo organizar mi conducta de manera óptima si mi objetivo es únicamente “hacer lo que pueda”. Mis metas tienen que ser concretas: salir a correr treinta minutos cuatro veces por semana; completar una tarea (bien definida) en diez días; comunicar a mi equipo en nuestra próxima reunión exactamente lo que exige el proyecto… Con este grado de concreción puedo controlar las intenciones con los resultados, modificar mi estrategia y ser responsable de lo que consigo.
Vivir con un propósito es interesarse por estas preguntas: ¿Qué estoy intentando conseguir? ¿Cómo estoy haciéndolo? ¿Por qué pienso que estos medios son adecuados? ¿Tengo que hacer algún ajuste en mi conducta? ¿Tengo que reelaborar mis objetivos?
Así pues, vivir con propósitos significa vivir con un alto nivel de consciencia. A la mayoría de las personas les resulta más sencillo comprender estas ideas aplicadas al mundo laboral que a las relaciones personales. En las relaciones íntimas es fácil imaginar que con el amor basta, que la felicidad llegará algún día, y si no llega, es porque no encajamos. Las personas rara vez se preguntan: “Si mi meta es tener una relación con éxito, ¿qué debo hacer? ¿Qué acciones son precisas para crear y mantener la confianza, la intimidad, la excitación, el crecimiento?”. Los propósitos que no se relacionan con un plan de acción no se realizan. Solo existen como anhelos frustrados.
Vivir con propósito exige cultivar en nosotros mismos la capacidad de autodisciplina, o lo que es lo mismo, organizar nuestra conducta en el tiempo al servicio de tareas concretas. La autodisciplina consiste en ser capaz de posponer la gratificación inmediata al servicio de una meta lejana. Es la capacidad de proyectar al futuro las consecuencias de pensar, planificar y actuar a largo plazo.
Pero una vida con propósito no significa no dedicar tiempo o espacio a descansar, relajarse, aprovechar el ocio y tener actividades superficiales o incluso frívolas. Simplemente significa que estas actividades se eligen conscientemente. Y en cualquier caso, el abandono temporal de todo propósito también tienen el suyo, tanto si se busca conscientemente como si no: la regeneración.
Vivir con propósito supone aceptar cuatro cuestiones:
• Asumir la responsabilidad de la formulación de nuestras metas y propósitos de manera consciente. Para tener el control de nuestra propia vida, tenemos que saber lo que queremos y adónde queremos llegar. ¿Qué quiero para mí en cinco o diez años? ¿En qué quiero que consista mi vida?
• Interesarse por identificar las acciones necesarias para conseguir nuestras metas. Si nuestros propósitos son propósitos y no ensoñaciones, tenemos que preguntarnos: ¿Cómo voy a llegar desde aquí?


 Controlar la conducta para verificar que concuerda con nuestras metas.Podemos tener propósitos definidos claramente y un plan de acción razonable, pero nos salimos del camino a causa de distracciones, problemas inesperados, por la presión de otros valores o por una reordenación inconsciente de nuestras prioridades.
 Prestar atención al resultado de nuestros actos para averiguar si conducen adonde queremos llegar. Nuestras metas pueden estar claras y nuestros actos ser congruentes, pero nuestros cálculos sobre los pasos que tenemos que dar pueden resultar incorrectos. Quizá no tuvimos en cuenta algunos hechos. Quizás algún elemento ha cambiado el contexto.
Que la práctica de vivir con propósito sea esencial para la autoestima no debe entenderse como que la medida de la valía de una persona son sus logros externos. Admiramos los logros –los nuestros y los de los demás–, y es natural y adecuado que lo hagamos. Pero esto no quiere decir que la autoestima dependa de ellos. La raíz de nuestra autoestima no está en nuestros logros sino en aquellas prácticas generadas desde el interior que, entre otras cosas, nos permiten alcanzarlos.
Vivir con propósito es una orientación fundamental aplicable a todas las facetas de la vida. Significa que vivimos y obramos de acuerdo con nuestras verdaderas intenciones, una característica distintiva de las personas que tienen un alto nivel de control sobre su vida. La práctica de vivir con propósito es el quinto pilar de la autoestima.
Texto extraído y adaptado de Los seis pilares de la autoestima.
FUENTE: Revista Mente sana

miércoles, 9 de octubre de 2013

IR DE VICTIMA, NO CONVENCE A NADIE

En la Segunda Guerra Mundial, un soldado fue enviado al frente en pleno invierno. Sus condiciones eran penosas: apenas tenía acceso a alimento o a una ropa adecuada mientras balas y obuses se rifaban su vida cada día, tarde y noche.

Sin embargo, él aguantaba jornada tras jornada el envite gracias a los recuerdos de su novia, que lo esperaba en su país, y cuya foto llevaban en un bolsillo del uniforme. Cada noche, si podía, el soldado miraba esa foto, cubierta ya de mugre y barro, y soñaba con el día en que regresaría de vuelta a sus brazos. Esa mujer era la razón que lo mantenía vivo.


Una mañana, llegó el correo con una breve carta de su novia. En ella, sin circunloquios, le decía que lo dejaba, que había hallado el amor en los brazos de otro hombre y que, por favor, le devolviera la foto que le dio antes de partir al frente.

El soldado, herido en el alma, hizo lo que cualquier persona con resolución y dignidad hubiese hecho: habló con los compañeros de su unidad a quienes también habían abandonado sus novias y les pidió que le dieran todas las fotos que ya no quería guardar de aquellas mujeres.

Consiguió recopilar quince o veinte fotos, las metió en un sobre y en un trozo de papel escribió rápidamente: “Ahora no recuerdo quién eres. Por favor quédate con la foto en la que aparezcas tú y devuélveme las demás”.






SOLO HAY VERDUGO SI HAY VÍCTIMA.
SOLO ES VÍCTIMA QUIEN CREE QUE LO ES.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Preocuparse Vs. ocuparse


He vivido recientemente una experiencia profesional que me ha invitado a realizar bastantes reflexiones. En esa experiencia, entre otras observaciones, he percibido una sensación continua de miedo y preocupación de las personas que formaban una organización. Por ello, quiero traer a mi Blog, una entrada de otro Blog, Project Coaching, que espero os guste.





¿Eres de los que centra su atención en lo que tienes o en lo que te falta?

Muchas veces nos agobiamos hasta la extenuación por las cosas que sentimos que no tenemos, por el reconocimiento que no llega, por las metas no alcanzadas, en general por todo. Con frecuencia nos preocupamos mucho más de lo que creemos y entonces la preocupación empieza a convertirse en un hábito.
Consideramos la preocupación como algo positivo, ya que asumimos que de esta manera estamos haciendo gala de nuestra responsabilidad, afrontando y evitando posibles problemas. Cuando pensamos así, nos sentimos relativamente bien al preocuparnos y rechazamos la posibilidad de no hacerlo. Ahora bien, la preocupación es positiva, solo cuando dura sólo el tiempo necesario para encontrar una solución y actuar. Si no hay solución o no está en nuestras manos, preocuparse es una pérdida de tiempo.
Tú puedes cambiar la percepción que tienes de tu desdichada vida, si le dedicas unos minutos al día a fijar la atención y agradecer todo aquello que tienes. Por favor, aprende a valorar lo que tienes y dejar de preocuparte por lo que no tienes.
A la mente le gusta la seguridad y tiende a anclarse en lo conocido. La preocupación es un síntoma de un miedo profundo que experimentas cuando tienes que enfrentarte a lo desconocido. Cuanto mas energía le das a tus miedos, más preocupación y ansiedad generas.
En realidad, todas las formas de preocupación representan una falta de confianza. Aún cuando las cosas pueden cambiar de diferentes formas, una persona preocupada suele tener una tendencia a creer que las cosas van a cambiar para peor en vez de mejorar.
Cuando no estamos ocupados, nuestras mentes tienden a llenarse con pensamientos y emociones para mantenernos ocupados, pero como no podemos hacer nada, en vez de ocuparnos lo que hacemos es preocuparnos. Estas preocupaciones pueden llevarnos a situaciones de pérdida de energía, de ansiedad y de angustia mental. Cultivemos el hábito de vivir la vida día a día, lo cual no significa que no hagamos esfuerzo alguno para preparar el futuro. Pero si tu mente está constantemente en el futuro, es difícil pensar en el presente, por lo que pierdes la capacidad de experimentar la vida aquí y ahora. Claro que es necesario cuidar del mañana por todos los medios, meditando, proyectando y preparándose. Pero sin ansiedad ni preocupaciones. El mejor modo de prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la inteligencia y entusiasmo, en el ahora, de forma excepcional.
Con respecto al pasado solo hay una manera en que este puede ser constructivo y  consiste en analizar con calma nuestros errores, aprender de ellos, sacar provecho…y olvidarlos
Como he comentado en anteriores artículos, son nuestros pensamientos lo que nos hacen como somos. Nuestra actitud mental es el factor que determina nuestro destino. El mayor problema que toda persona enfrenta es la elección de los pensamientos acertados. Si somos capaces de realizar correctamente esta elección, estamos en el camino que conduce a la solución de nuestros problemas. Como decía Dale Carnegie en su libro “Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida”, si tenemos pensamientos felices, seremos felices. Si tenemos pensamientos temerosos, tendremos miedo. Si tenemos pensamientos enfermizos, nos vamos a enfermar. Si nos dedicamos a compadecernos, todo el mundo huirá de nosotros. Existe una gran diferencia entre inquietarse y preocuparse: la inquietud significa comprender los problemas y tomar con calma las medidas para solucionarlos. La preocupación significa dar vueltas inútiles a un asunto.
Hay muchas cosas que te ocurren diariamente, son cosas agradables y desagradables, sobre las que podemos hacer algo al respecto para cambiarlas o no. De todas esas cosas analiza cuales sientes que tú puedes hacer algo para cambiarlas y entonces no te preocupes por ellas, sino que lo que tienes que hacer es ocuparte de ellas. Por otra parte las que no sientas que puedes hacer algo por cambiarlas, simplemente déjalas ir, ya que te están consumiendo energías y creándote preocupaciones. A este respecto, te invito a que te centres tal y como indicaba Stephen Covey en su libro de los 7 hábitos de las personas altamente eficaces en tu circulo de influencia. Recuerda que las personas proactivas centran siempre sus esfuerzos en






el círculo de influencia, se dedican a las cosas con respecto pueden hacer algo, su energía es positiva, por lo que terminan ampliándolo. Las personas reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación, su foco está en los defectos de los demás, en los problemas del medio (clima, delincuencia, etc.) y en las circunstancias sobre las que no tienen ningún control, su energía es negativa y se combina con la desatención del círculo de influencia, haciendo que este se encoja.

Cuando estamos sumamente agobiados por los pesares de la vida, por los múltiples quehaceres, por los problemas que parecen no tener solución, debemos parar y pensar: “un paso a la vez, una tarea cada vez.”.

A este respecto, como la preocupación está causada por una sensación de falta de control, organización, preparación y acción, la simplicidad es el camino para llegar a la sofisticación. Entonces, siguiendo el mismo principio de dividir las grandes tareas para distribuir el esfuerzo y desvanecer una falsa sensación de dificultad, podemos conseguir lo mismo con nuestras preocupaciones a través de la segmentación de la actividad, utilizando, por ejemplo la metodología de gestión del tiempo GTD a través de sus cinco fases: 1) RECOPILA en una lista 2) PROCESA y decide q hacer 3) ORGANIZA y prioriza 4) REVISA tu lista 5) HAZ!!  

GTD (“Getting things done”) es una metodología inventada por David Allen para poder manejar todas las cosas en nuestra vida personal y profesional. La idea básica de GTD es la de capturar todas las cosas que requieren de nuestra intervención y transformarlas en acciones que se pueden medir y rastrear. En resumen, GTD es un sistema de organización que busca ayudarte a ser más productivo y sentirte en control de tu vida. Aplicándolo podrás ocuparte en eliminar las tareas pendientes que se traducen en una carga mental que te quita energías, cultivando el hábito de no acumular tareas que al final se traducen en preocupaciones que frenan tu automotivación. A este respecto te invito a que profundices en el conocimiento y uso del GTD (Libro: Organízate con Eficacia de David Allen).

Y ahora, crea tu propia suerte. No te preocupes, ocúpate. ¿Quién vas a elegir ser frente a las circunstancias (buenas o malas) de la vida? ¿Quieres ser Proactivo o Reactivo? ¿Víctima o Protagonista?

Fuente: Project Coaching